Suicidio: un problema oculto

Autoría: María Isabel García Haldón

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El 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio

En 2016 se hizo muy popular una campaña de prevención que exponía -con datos publicados por la OMS con motivo del Día Mundial de la Salud Mental- que: “una de cada cuatro personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida”.

Desde hace unos años, parece que socialmente estamos más dispuestos a hablar sobre nuestras emociones, depresiones, ansiedades o miedos; que ya no suena tan mal eso de ir al psicólogo o al psiquiatra. Sin embargo, queda mucho por hacer por romper los estigmas que recaen sobre las personas que tienen enfermedades o trastornos de salud mental cronificados en el tiempo.

Seguimos pensando que recuperarse de la depresión y la ansiedad depende de la voluntad de quién las padece. Que la persona no hace nada por salir de su tristeza, por animarse, no irritarse o calmar sus nervios, cómo si eso dependiese de ella sola. Confundimos emociones pasajeras con problemas de salud y ponemos nuestro filtro a todo lo que le ocurre al prójimo.

El estigma de la salud mental continúa en otras esferas de la vida como la laboral o la social, especialmente para las personas que tienen esquizofrenia, bipolaridad o cualquier otro diagnóstico que sirva para etiquetar, separar y establecer barreras de comunicación para aquellos que no ven más allá de las palabras. Por ejemplo, manifestar que tienes una dolencia cardíaca suele generar comprensión y empatía y sin embargo, decir que tienes un trastorno de la personalidad puede generar miedo o cuanto menos, escepticismo y asombro.

Esto sucede por un desconocimiento generalizado de lo que implica y significa la salud mental y su prevención. Por todo esto, la enfermedad mental se sigue ocultando.

¿Qué ocurre en el caso del suicidio?

Hoy sabemos que en España se suicidan 11 personas al día. No es descabellado pensar que tiene relación con lo anterior, de hecho las personas con trastornos de salud mental presentan un riesgo suicida mayor que la población general. Ahora bien, el suicidio tiene origen multifactorial y no se debe a una sola causa, sino a la interrelación de factores de riesgo de carácter biológico, psicológico y ambiental.

Si hemos comenzado este artículo hablando del estigma de la salud mental, ¿cómo afecta esto en las personas que han intentado suicidarse y han sobrevivido? Pues se produce una estigmatización marcada por la vergüenza, la culpa y por los mitos que hay sobre el suicidio.  

Ante la mirada equívoca de algunas personas, no solo no se ha superado la situación, sino que además se ha producido una rendición por cobardía. O quizás otras vean indicios de valentía porque ante los problemas graves piensan que el suicidio es la única salida. Estos mitos y creencias erróneas dejan huella en la persona que ha intentado suicidarse.

La ocultación y el secretismo hacen que se afronte este problema de salud en condiciones de precariedad y con baja autoestima, perjudicando los avances del proceso de recuperación y de mejora.

¿Cómo afecta a la familia en duelo por suicidio esta situación?

La familia, las amistades, profesionales sanitarios y resto de personas conocidas de una persona que se ha suicidado, sufren un dolor que aprenden a silenciar por temor a no ser comprendidos y a ser juzgados por no haberse dado cuenta de la situación. Se suelen sentir avergonzados y culpables por no haber podido evitar el suicidio.

Para afrontar el difícil proceso de duelo es necesario que cuenten con apoyo sociosanitario y así poder expresar lo que les pasa y aceptar la muerte del ser querido, adaptándose poco a poco a aprender a vivir sin él.

¿Cuáles son los mitos del suicidio?

El suicidio es un tema tabú, algo de lo que no se habla, y si se hace suele ser de forma inadecuada y con informaciones erróneas y llenas de bulos.

Los principales mitos sobre el suicidio están relacionados con la falta de información sobre la conducta suicida, de ahí la necesidad de visibilizar este grave problema de salud aclarando algunas cuestiones como las siguientes:

  • Hablar de suicidio incita a la persona a suicidarse. Esto es falso. Hablar con una persona que te manifiesta sus inquietudes, pensamientos o ideas suicidas puede ser una oportunidad de “oro” para proteger su vida.
  • Quien se quiere matar no lo dice y quien amenaza con hacerlo no lo hace. Estas son creencias erróneas, pues la mayoría de las personas que se suicidan muestran señales de alerta en el periodo previo a quitarse la vida. Nunca deben ignorarse las amenazas, ya que son también una forma de comunicar que se tiene un problema y de señalar el riesgo.
  • Quien quiere matarse lo va a hacer de todas formas. Este mito evita afrontar el suicidio y justifica la inactividad para no trabajar en su prevención. Todos podemos contribuir y ayudar a prevenir el suicidio en todos los ámbitos de intervención: sanitario, social, laboral, familiar, educativo, etc.
  • Las personas que se suicidan son muy valientes o por el contrario, muy cobardes. Esto es falso, son personas que quieren dejar de sufrir.

Prevenir el suicidio

La prevención del suicidio comienza por desprenderse de los mitos que lo acompañan y aprender a detectar las señales de alerta de la conducta suicida.

Es necesario formar e informar sobre el suicidio a toda la población en general y revisar nuestro comportamiento relacionado con la manera que tenemos de tratar este problema de salud, dándole visibilidad, rechazando sensacionalismos y mostrando esperanza en nuevas oportunidades para la vida.

De la espiral que lleva al suicidio se puede salir.

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