Según la federación de asociaciones de personas sordas de Galicia (faxpg) la historia de la lengua de signos la podemos clasificar según los siguientes autores:

Heródoto

(484-424 a. C.) indica que los sordomudos eran considerados seres castigados por los dioses por los pecados de sus antepasados. Es decir, eran considerados enfermos.

Hipócrates

(460-356 a. C.) indique que las personas que eran mudas se debía a que presentaban una enfermedad incurable, que ataca los órganos de la fonación, impidiendo razonar al que la padece, y le imposibilita para emitir voces. No relacionaba la audición con el habla, aunque establecía una estrecha relación entre pensamiento y lenguaje oral.

Aristóteles

(384-322 a. C.) afirma cierta relación entre la sordera y la mudez, y afirma también que como los sordomudos no pueden articular palabras, tampoco las comprenden, y por tanto no pueden ser educados.

Lucrecio

(s. I a. C.) indica que no existe la sordera absoluta, y que a los sordomudos se les puede enseñar hablándoles de determinada manera.

San Agustín

(354-430) también renuncia a los sordos la posibilidad de ser educados cuando afirma que "aquel que no tiene oído no puede oír, y el que no puede oír jamás podrá entender, y la falta de oído desde el nacimiento impide la entrada de la fe".

Código Justiniano

(527-565) recoge todo lo que se había afirmado sobre los sordos y los mudos, y establece una clasificación en varias categorías: los "sordos que no hablan" ; los "sordos que no hablan pero saben escribir", los "sordos que hablan" y los "mudos que oyen". Siendo el primer grupo el único que queda privado de derechos, mientras que los tres últimos tenían plenos derechos.

Papa Inocencio III

A finales del siglo XII, el Papa Inocencio III permite el matrimonio entre sordos y también entre sordos y oyentes diciendo: "el que no puede hablar, en signos puede manifestar", porque observó que las personas sordas eran capaces de dar su consentimiento con la cabeza.

San Alberto Magno

(1200 - 1280) inserta la ciencia y filosofía griegas y árabes en Europa e hizo una importante aportación que supuso otro paso para no desechar la educabilidad de los sordos diciendo que: "Aquellos hombres que son mudos de nacimiento, lo son porque también son sordos".

San Buenaventura

(1217-1274) escribió el libro Alphabetum religiosorum incipientium en el que nos indica el alfabeto manual que se utilizaba en los conventos de su época.

Giovanni Batista Della Porta

Por su parte, Giovanni Batista Della Porta (1533 - 1610) le dio otro uso. Della Porta trabajó para el servicio de espionaje e ideó un sistema para emitir mensajes secretos. Una de las claves usadas por él se basaba en un alfabeto manual que consistía en señalarse las diferentes partes del cuerpo según la letra por la que comenzara, por ejemplo si se quería deletrear la palabra "Madrid", para que solamente se enterase quien supiese el código, él se señalaba la mano (del latín manus) para indicar la "M", después se apuntaba la oreja (del latín aurius), por la "a", y así sucesivamente.

Girolamo Cardano

En el siglo XVI, Girolamo Cardano (1501 - 1576) afirma que las personas sordas pueden comunicarse asociando la palabra escrita con el objeto que representa y declara que la memoria visual de las personas sordas es la responsable de relacionar el pensamiento con la escritura. También afirma que el no oír no significa ser tonto: los ciegos no ven pero oyen y pueden aprender usando sus oídos, y los sordos pueden aprender usando su vista.

Mientras tanto, los amerindios de Norteamérica usaban un código gestual para hacerse entender entre etnias de lenguas muy diferentes y estuvo vigente hasta mucho después de la conquista europea.

 

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