Cambios vitales en la adolescencia
La adolescencia es un periodo de desarrollo que abarca la segunda década de la vida y representa la transición de la niñez a la adultez. Se divide en tres fases que, aproximadamente, comprenden el periodo entre los 12 y los 20 años.
Esta etapa comienza alrededor de los 12 años y suele terminar hacia los 14, aunque en casos de pubertad precoz puede iniciar aproximadamente a los 10 años. Se caracteriza principalmente por los cambios físicos y biológicos que perdurarán a lo largo de toda la adolescencia.
Esta etapa abarca de los 15 a los 17 años y se caracteriza por cambios de ánimo más intensos y frecuentes, junto con un aumento en los comportamientos de experimentación y riesgo. Una de sus principales características es el distanciamiento emocional de la familia y una mayor cercanía al grupo de iguales.
Esta etapa, que abarca de los 18 a los 20 años, se caracteriza por la consolidación de los cambios físicos y el desarrollo de aspectos clave de la identidad personal. Durante este periodo, la persona comienza a mostrar mayores inquietudes y a asumir un sentido de responsabilidad hacia el presente y el futuro.
La adolescencia implica significativos avances en los ámbitos físico, cognitivo, emocional y social, lo que representa grandes desafíos para los adolescentes como para su entorno. A continuación, se explican brevemente estos cambios.
Cambios físicos
Los cambios fisiológicos y morfológicos que ocurren durante la pubertad señalan el comienzo de la adolescencia y representan uno de los acontecimientos más significativos de esta etapa.
Estos cambios físicos conllevan repercusiones psicológicas y sociales, ya que los adolescentes deben ajustarse a una nueva imagen corporal, cuyo desarrollo y ritmo pueden variar considerablemente en comparación con el de otros adolescentes de la misma edad.
Los significativos aumentos hormonales pueden provocar en algunos adolescentes efectos tanto emocionales, como una mayor irritabilidad, como comportamentales, como un incremento en la agresividad.
Los cambios físicos ocurren debido a un aumento en la producción de hormonas del crecimiento y hormonas sexuales, lo que favorece el desarrollo de los caracteres sexuales primarios y secundarios.
Los caracteres sexuales primarios se refieren al desarrollo y madurez del sistema reproductor en chicos y chicas, mientras que los caracteres sexuales secundarios son los signos fisiológicos de la maduración sexual. Entre estos signos se incluyen la aparición de más vello, cambios en el timbre de voz, ensanchamiento de los hombros en los chicos, ensanchamiento de las caderas en las chicas y el aumento del pecho en las chicas, entre otros.
Estos cambios pueden influir en la manera de pensar, sentir y actuar de los adolescentes. Por ejemplo, suelen generar un mayor interés y conciencia sobre su propio cuerpo, su apariencia física, el atractivo y la aceptación social.
El ritmo de crecimiento de cada adolescente no solo impacta en cómo se ven a sí mismos, sino que también su entorno cercano responderá a este proceso de desarrollo, que puede ser considerado normal, precoz o tardío.
La pubertad precoz
La pubertad precoz hace referencia al desarrollo físico adelantado a la media, es decir, a edades más tempranas.
El desarrollo temprano suele ser bien visto, ya que el aumento de fuerza, habilidades atléticas y una ventaja física sobre sus compañeros son valorados positivamente entre los jóvenes. Sin embargo, esto puede conllevar el riesgo de que el adolescente se sienta presionado a cumplir con exigencias físicas que no se alinean con su madurez emocional. A menudo, se relacionan con chicos mayores y se exponen a situaciones de riesgo.
Por otro lado, el desarrollo tardío en los chicos puede generarles incomodidad e inseguridad, ya que pueden sentirse "pequeños" en comparación con los demás. En estos casos, algunos pueden recurrir a comportamientos poco saludables como una forma de ganar el respeto de sus pares y así mejorar su autoestima y estatus social.
Cambios psicológicos
Una de las áreas más importantes en el desarrollo durante la adolescencia está relacionada con los cambios en la forma de pensar.
Los adolescentes empiezan a razonar de forma más profunda y compleja, mejorando las habilidades para argumentar, formular y comprobar hipótesis, así como resolver problemas. El avance cognitivo permite desarrollar un discurso interno y reflexionar sobre sí mismos y el mundo que les rodea de una manera más rica, lo que enriquece su sistema de valores y les ayuda a proyectar su futuro, imaginando nuevas alternativas y posibilidades.
Aunque es común que los adolescentes desarrollen este tipo de pensamiento "más avanzado", no siempre ocurre en todos los casos. A veces, el entorno y el contexto donde han crecido no brinda las oportunidades necesarias para potenciar ciertas habilidades cognitivas, lo que significa que será importante seguir trabajándolas para avanzar en este aspecto. Por ejemplo, en situaciones de dinámicas familiares negligentes, donde el ambiente carece de estímulos y oportunidades para el desarrollo personal, o en contextos muy restrictivos que limitan el crecimiento del pensamiento acorde a su etapa evolutiva.
Otro aspecto característico del pensamiento adolescente es la tendencia a considerar sus propias percepciones y sentimientos como únicos. Este pensamiento egocéntrico lleva a los adolescentes a verse a sí mismos como especiales y singulares, lo que a menudo explica por qué se sienten incomprendidos. Este fenómeno se conoce como la "fábula personal", que se refiere a la creencia de que sus experiencias, tanto positivas como negativas, son las más auténticas y, en parte, incomprensibles para los demás.
El egocentrismo adolescente
El egocentrismo adolescente es una etapa de introspección, se percibe que el mundo gira en torno a uno mismo.
Este estado lleva a los adolescentes a ser particularmente críticos con cualquier cosa que desafíe sus propias opiniones, así como con la autoridad de sus padres y otros adultos. Suelen ser más hábiles para identificar defectos criticables en los demás que en sí mismos.
En el pensamiento egocéntrico se presentan otros fenómenos, como la "fábula de la invencibilidad", que es la creencia de ser invulnerable, fuerte e inquebrantable. Esto ayuda a entender por qué los adolescentes tienden a involucrarse más en conductas de riesgo durante esta etapa de sus vidas.
Otro fenómeno es la "audiencia imaginaria", que se refiere a la idea de que uno es el centro de atención en ciertas situaciones sociales, sintiendo que "todo el mundo te observa" y está pendiente de ti, lo que lleva a exagerar la propia importancia en esos contextos.
Los adolescentes pueden llevar a cabo acciones que son claramente contestatarias o rebeldes, motivados por lo que creen que los demás pensarán de ellos. En este sentido, comportamientos antisociales, rebeldes, desadaptativos o agresivos durante la adolescencia pueden estar relacionados con un fuerte egocentrismo. Esto les impulsa a actuar frente a su audiencia imaginaria, buscando ofrecer un "espectáculo" que les permita ser reconocidos por los demás.
Cambios emocionales
Los cambios emocionales están estrechamente vinculados a la autoestima y al autoconcepto de los adolescentes en desarrollo. Aunque la autoestima y el autoconcepto están interrelacionados, son conceptos distintos.
El autoconcepto se refiere al conjunto de creencias que una persona considera verdaderas sobre sí misma. Estas creencias surgen de un proceso de análisis e integración de la información que proviene de sus propias experiencias y de la retroalimentación que recibe de los demás. Al finalizar su etapa escolar, tanto niños como niñas han desarrollado una visión más abstracta y compleja de sí mismos, logrando además una mayor organización y coherencia en su autoconcepto.
El autoconcepto en la adolescencia
En la adolescencia se producen una serie de cambios físicos y emocionales que impactan significativamente en el autoconcepto. Estos cambios pueden provocar alteraciones que desafían el equilibrio logrado en la etapa anterior.
En lo que respecta a los aspectos que los adolescentes suelen incluir en su autoconcepto, los cambios físicos que ocurren durante la pubertad son especialmente destacados. Estos cambios les llevan a reevaluar la imagen que habían formado de sí mismos para incorporar los nuevos rasgos que están definiendo su cuerpo.
En la adolescencia temprana, tanto chicos como chicas tienden a enfocarse en características físicas, su apariencia se convierte en una de sus principales preocupaciones. Con el tiempo, las referencias a su aspecto irán disminuyendo, siendo reemplazadas por aspectos relacionados con sus creencias, filosofía de vida y expectativas futuras.
Este cambio se debe a una mayor capacidad de abstracción que caracteriza el pensamiento adolescente, junto con una tendencia a la introspección que se intensifica en esta etapa. A medida que avanza la adolescencia, los jóvenes comienzan a definirse más por su mundo interior, haciendo hincapié en sus pensamientos, sentimientos, aspiraciones y deseos.
Además, las relaciones sociales juegan un papel crucial en este proceso. Durante la adolescencia, los chicos y chicas participan en diversos contextos y asumen nuevos roles, cada uno de los cuales influye en su autoconcepto. Por ejemplo, los padres pueden esperar obediencia y respeto, los amigos valoran la lealtad y la amistad, las parejas buscan ternura y compromiso, y la escuela enfatiza el esfuerzo y la disciplina.
Así, el autoconcepto se compone de múltiples elementos, y la coherencia entre ellos puede variar significativamente de una persona a otra, dependiendo de factores como las expectativas de padres, profesores y amigos. En la adolescencia tardía, a medida que el pensamiento se desarrolla y se acumulan experiencias, los jóvenes tienen la oportunidad de integrar estas diversas y a veces contradictorias imágenes en un autoconcepto más coherente.
La autoestima en la adolescencia
Si el autoconcepto experimenta cambios al llegar la adolescencia, es lógico pensar que la autoestima, que abarca los aspectos valorativos y emocionales relacionados con esa imagen, siga un camino similar.
Durante los años previos a la adolescencia, la autoestima comienza a diversificarse, y es común que tanto niños como niñas se valoren de manera diferente en áreas como su apariencia, rendimiento académico y relaciones con sus padres y amigos. Este proceso se intensifica en la adolescencia, donde surgen nuevas dimensiones, como las habilidades relacionadas con la orientación profesional, el atractivo físico y las relaciones afectivo-sexuales.
Aunque las relaciones con los iguales juegan un papel importante en la predicción del nivel de autoestima, las interacciones con los padres y madres siguen teniendo una influencia significativa. La percepción de interés por parte de los padres en las inquietudes y preocupaciones de sus hijos adolescentes, así como el apoyo familiar y la cohesión entre los miembros de la familia, contribuyen a una autovaloración positiva en los jóvenes.
Por otro lado, es importante señalar que una autoestima negativa está relacionada con la ansiedad, la depresión y la sensación de fracaso. Estas emociones pueden inhibir el deseo de progresar y alcanzar metas académicas y laborales, afectando gravemente el bienestar del adolescente, las dinámicas familiares y aumentando los problemas emocionales y de comportamiento.
Cambios en las relaciones sociales
Una de las tareas más importantes que enfrentan los adolescentes es lograr independencia de sus padres y cuidadores, mientras se preparan para asumir la vida adulta, donde podrán tomar decisiones y actuar de manera autónoma.
Durante la adolescencia, uno de los aspectos más destacados es el aumento de la independencia emocional y conductual en relación con la familia. No obstante, esto no implica que los padres dejen de ser fundamentales en el desarrollo del joven, ni que la influencia de los amigos siempre supere a la de los progenitores.
En esta fase, comienza un proceso de adquisición de la autonomía, el cual se basa en tres aspectos clave: la persona adolescente desarrolla una nueva comprensión de sí misma, cambia su manera de relacionarse con la familia, y desarrolla nuevas relaciones con el grupo de iguales.
El desarrollo de la independencia y la autonomía se asemeja a un proceso de "desatelización".
En esta etapa, el niño o la niña se da cuenta de que, para satisfacer sus deseos, no puede depender únicamente de sus propios recursos y necesita la cercanía de sus cuidadores, de quienes aún depende en gran medida, especialmente en aspectos económicos. Por lo tanto, su rol se asemeja al de un "satélite" en relación a sus cuidadores. Sin embargo, al llegar a la pubertad, cuando el adolescente comienza a descubrir sus propias capacidades y habilidades, esta posición de satélite puede volverse incómoda e incluso insostenible si no se gestiona de manera adecuada.
La adquisición de autonomía
Una de las características más importantes de la etapa adolescente es la búsqueda de independencia y control sobre sus propias vidas, lo que provoca cambios significativos en las relaciones con sus padres.
La asimetría que existía en la relación durante la infancia comienza a desvanecerse, dando paso a una interacción más equitativa y simétrica. A medida que los adolescentes crecen, las diferencias de poder se van diluyendo, surgiendo cuestionamientos sobre la autoridad parental y un aumento en la demanda de autonomía. Esta autonomía se manifiesta tanto en el ámbito externo, relacionado con su vida fuera del hogar, amistades y tiempo libre, como en el interno, donde buscan la capacidad de tomar decisiones en su vida sin sentirse culpables ni juzgar sus acciones según los criterios de sus padres.
La autonomía en los adolescentes suele desarrollarse de forma gradual a lo largo de esta etapa, aunque el proceso de emancipación puede ser complicado. Superarlo con éxito depende tanto de características del propio adolescente como del apoyo de sus padres. Para el adolescente, su principal desafío es dejar atrás la imagen y la definición de sí mismo que eran apropiadas en la infancia, y comenzar a construir una identidad que refleje los cambios biológicos, psicológicos y sociales que está viviendo en ese momento.
Los padres y madres deben esforzarse por mantener un vínculo afectivo fuerte, reconociendo al mismo tiempo que su hijo o hija ya no es un niño o niña, sino que está integrando los cambios propios de la adolescencia en su identidad. Es importante entender que la autonomía de los adolescentes no implica una ruptura o una disminución en la importancia de la relación con sus padres, sino que representa una transformación saludable. Este proceso debe orientarse hacia un equilibrio entre la creciente independencia del adolescente y su conexión con el resto de la familia. Sin embargo, es normal que en esta etapa se produzca un cierto distanciamiento, ya que la búsqueda de más libertad y la capacidad de tomar decisiones propias pueden generar conflictos significativos.
Los conflictos en las familias con hijos e hijas adolescentes pueden surgir, de manera simplificada, a partir de dos causas principales, aunque es importante reconocer la complejidad del tema y la diversidad de situaciones familiares. Estas causas se pueden resumir en:
- En muchos casos, los adolescentes sienten que su libertad está en riesgo debido a las imposiciones de sus padres, lo cual es algo bastante común en las familias y suele ser una fase transitoria en el desarrollo familiar durante esta etapa de la vida. Así, surgen numerosos conflictos que llamamos "normativos", que son aquellos que se presentan en la mayoría de las familias. Estos conflictos se originan a partir de diferencias en cómo padres e hijos perciben y entienden el proceso de adquirir autonomía. Los adolescentes a menudo sienten que sus padres ejercen un control excesivo sobre ciertos aspectos de su vida y buscan mayor independencia en decisiones que antes estaban completamente bajo el control de sus padres, como la forma de vestirse o sus salidas.
- En algunos casos, los adolescentes pueden experimentar un empeoramiento en su comportamiento, intensificando una violencia que ya se había manifestado en años anteriores. Esto a menudo se debe a que los cuidadores han tenido dificultades para supervisar y controlar su conducta, lo que ha llevado a una situación que se vuelve insostenible. Es importante destacar que este tipo de conflictos no es común en la mayoría de las familias y requiere intervención. Los adolescentes a menudo sienten que ciertos temas son demasiado personales y deberían ser decididos por ellos mismos, una perspectiva que no siempre comparten sus padres. Esto puede dar lugar a tensiones cuando los padres intentan ejercer control sobre aspectos más íntimos de la vida de sus hijos. En ocasiones, aunque menos frecuentes, estos conflictos pueden escalar a situaciones más graves, incluyendo agresiones hacia los padres o tutores, ya que se basan en un patrón de comportamiento violento que ya existía. Además, las amistades de los adolescentes pueden desempeñar un papel crucial en la regulación de estos comportamientos
Las amistades adolescentes
Los amigos/as nos acompañan a lo largo de todo nuestro transcurso vital, pero si en una etapa adquieren una mayor trascendencia es, precisamente, en la adolescencia.
Tanto los chicos como las chicas adolescentes pasan cada vez más tiempo con sus amigos, compartiendo actividades y expresando sus sentimientos, dudas e inquietudes, lo que los convierte en un apoyo fundamental en esta etapa de sus vidas. Este cambio en el papel de la amistad viene acompañado de una evolución en la estructura y dinámica de estas relaciones. En comparación con la niñez, las amistades en la adolescencia son más estables y activas, con menos supervisión y control por parte de los adultos. Además, se caracterizan por una mayor intimidad y empatía entre los amigos. Al involucrarse en diversas actividades, los adolescentes logran crear un espacio de ocio propio, separado del entorno familiar.
Al mismo tiempo, comienza el proceso de individuación y autonomía de los padres, lo que lleva a que los amigos se conviertan en la principal fuente de influencia, desplazando en parte la vida familiar. Los adolescentes comparten sus problemas, discuten temas que les interesan y desarrollan actitudes y normas sociales, todo ello fuera del ámbito de los adultos. En este sentido, las amistades les brindan un sentido de pertenencia y les ayudan a construir su identidad de manera independiente de su familia. Así, las relaciones de amistad juegan un papel crucial en el desarrollo cognitivo y emocional de los adolescentes, facilitando su adaptación al entorno social, el aprendizaje de valores y actitudes, la formación de su identidad, la adquisición de habilidades sociales y el manejo de emociones como la ira y la agresión.
La influencia de los amigos se da porque, además de ser parte de un grupo, transmiten las actitudes y comportamientos que son característicos de su generación. Al pertenecer a este grupo de referencia, los adolescentes pueden identificarse y construir su identidad como miembros de una comunidad social. Esta variedad de roles que asumen los amigos es fundamental para entender la importancia de las amistades y su notable impacto en el desarrollo durante la adolescencia.
Cuando un adolescente logra establecer vínculos cercanos con sus amigos y se siente satisfecho con esas relaciones, cuenta con más recursos y confianza para enfrentar situaciones difíciles. A esto se le conoce como competencia social, lo que significa que el adolescente es considerado socialmente competente, un aspecto que está vinculado al bienestar tanto en la adolescencia como en la adultez. Sin embargo, es bastante común que algunos adolescentes que están bien integrados en sus grupos de amigos presenten importantes carencias en su competencia social, lo que puede llevarlos a involucrarse en comportamientos de riesgo.
Podemos destacar las principales áreas de influencia que tienen los grupos de iguales durante la adolescencia de la siguiente manera:
- el aprendizaje de actitudes, valores e información sobre su entorno;
- el desarrollo de la habilidad para ver las situaciones desde la perspectiva de los demás;
- la formación de la identidad y el autoconcepto a través del feedback y la comparación social;
- la adquisición de habilidades sociales cada vez más complejas, como la resolución de conflictos entre ellos;
- el control y la regulación de impulsos agresivos en grupos que no apoyan tales comportamientos;
- la continuación del proceso de socialización en relación con los roles sexuales;
- el consumo de drogas y conductas sexuales de riesgo en grupos que sí aprueban estas acciones;
- el establecimiento de metas educativas y el rendimiento académico;
- y la disponibilidad de valiosos apoyos en momentos de estrés.
Un análisis más profundo explora tres aspectos fundamentales de las relaciones de amistad en la adolescencia:
En cuanto al primer aspecto, los adolescentes que cuentan con amigos tienden a ser más competentes en el ámbito social, muestran mayor cooperación, enfrentan menos dificultades al interactuar con sus compañeros y reportan una autoestima más elevada. Al mismo tiempo, tener una autoestima alta y buenas habilidades sociales facilita la formación rápida de amistades duraderas, lo que, a su vez, refuerza su autoestima y contribuye al desarrollo de habilidades sociales aún más positivas
Respecto a las características de las amistades y pandillas, es común que los adolescentes que forman parte de estos grupos compartan muchas similitudes. Los amigos suelen ser parecidos no solo en edad, sino también en aspectos como sus actitudes hacia la escuela, sus aspiraciones, metas e intereses, así como en rasgos como la timidez, la dependencia de sus pares y la aceptación social en el entorno escolar. Además, también tienden a tener un nivel similar de participación en comportamientos de riesgo, que incluyen el consumo de alcohol y tabaco, la actividad sexual y conductas antisociales o violentas.
Finalmente, la calidad de las amistades juega un papel fundamental en el bienestar de los adolescentes. Cuando un joven se siente valorado por amigos que considera auténticos y de confianza, tiende a desarrollar una autoimagen más positiva, lo que lo aleja de problemas emocionales como la depresión o la soledad. Sin embargo, es importante recordar que las amistades no solo aportan bienestar y felicidad; también pueden tener un impacto negativo. Como se mencionó anteriormente, estas relaciones pueden influir en comportamientos relacionados con el consumo de sustancias y en la participación en acciones que no respetan las normas sociales que son esenciales para una buena convivencia.
Dado que la familia continúa desempeñando un papel crucial en el desarrollo de los adolescentes, es esencial prestar atención a los problemas específicos, los conflictos y las formas de resolverlos dentro del entorno familiar. Esto nos permitirá entender mejor diversos aspectos de la vida social del adolescente que se extienden más allá de su hogar.