La integridad es una competencia profesional que cobra especial relevancia cuando se trabaja para la causa pública, en una administración que apuesta por la transparencia.
Para Aristóteles, un hombre logrado es un ciudadano responsable y comprometido. Otra cuestión directamente relacionada, sobre la responsabilidad de cada uno sobre sus actos, nos devuelve a Sócrates, quien se planteó: Lo que es bueno y lo que es malo, ¿no debemos decidirlo nosotros mismos?
Esta última cuestión constituye el segundo fundamento de la práctica de integridad: somos responsables, cada uno de nosotros, de nuestros actos y decisiones: la integridad no se expresa en palabras, sino que se refleja en nuestros actos.
Los siguientes dos ejemplos son ilustrativos de las diferencias a la hora de aceptar las responsabilidades políticas propias de un cargo.
La integridad, dijo el autor C.S. Lewis, "es hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando". La integridad es una virtud moral fundamental, y la base sobre la cual se construye el buen carácter.
Actuar con integridad significa comprender, aceptar y elegir vivir de acuerdo con los principios de uno, que incluirán honradez, transparencia, equidad y autoconfianza. Una persona íntegra demostrará consistentemente buen carácter al estar libre de corrupción e hipocresía.
La moral suele designar en filosofía el conjunto de costumbres y de normas por los que debe regirse el comportamiento de una persona para que sea juzgada como moralmente buena. Por ética se entiende la reflexión acerca de qué se ha de considerar una conducta buena y cómo hay que fundamentar los juicios morales cuando se aplican a la distinción entre el bien y el mal.
A la ética se la define como la ciencia de los principios de la moral, siendo la moral la aplicación concreta de estos principios en las acciones humanas.
La moral nos ayuda a enfrentar el presente, nos hace responsables de los actos y sanciona de inmediato. Mientras la ética juega más con el tiempo, nos explica qué es ser responsable y qué acontecimientos pueden esperar.
Las normas morales tienen una dimensión social y una dimensión personal.
La conciencia moral es la instancia que asume y asimila estas normas, y es la que, en último término, juzga la corrección e incorrección de la actuación de uno mismo.
"La responsabilidad propia sobre la moralidad de nuestros actos está estrechamente relacionada con la responsabilidad colectiva sobre la integridad de una organización, como en el caso del aparato del Estado como defensor del bien común." Henk Bruning.
El buen gobierno y la integridad pueden, según este autor:
Nuestros valores y nuestra conducta conforman nuestra identidad.
La idea, según Henk Bruning, es realmente sencilla: adoptar las decisiones conforme a la conciencia de cada uno, a sus valores personales y los de la organización en la que trabaja, lo hace todo mucho más liviano; hace más llevadera también la responsabilidad sobre aquellas decisiones que tal vez no resultaron tan acertadas.
Según Henk Bruning una política de integridad tiene siete elementos:
1. Criterio ético y moral individual
En primer lugar, está la valoración moral de cada individuo. Cada persona es responsable de las decisiones que adopta y de los actos que realiza.
2. Debate y estudio conjunto de los dilemas
La toma de decisiones para resolver un dilema debe llevarse a cabo de forma colectiva. Se debe estudiar el dilema surgido, con sus argumentos a favor y en contra, y finalmente optar por la decisión moralmente correcta. Esto significa una decisión transparente que se pueda explicar.
3. Valores de la organización
Toda organización representa algo y tiene una identidad expresada en sus valores básicos. Todas las decisiones que se tomen deben estar en línea con dichos valores básicos. Son el punto de referencia y conforman una obligación moral.
4. Normas y códigos de conducta
Las organizaciones se rigen por reglas. El código de conducta, los reglamentos internos y las disposiciones legales nos orientan en nuestro comportamiento y nuestras decisiones. El código de conducta de la función pública española recoge los principios constitucionales. El elemento número cuatro habla de un código de conducta fácil de utilizar y útil para situaciones conflictivas.
5. Mantenimiento y fomento de la Integridad. Estilo de dirección y política de formación
Se necesita una política de aplicación efectiva, que corrija a aquellas personas que incumplan las normas y motive a dirigentes políticos, altos cargos y, en definitiva, a toda la plantilla a respetar los valores básicos y a cumplir con las reglas. La integridad como parte de la política de recursos humanos y de formación del personal constituye el elemento número cinco.
6. Política de control y sanciones
Los dirigentes tienen una importante función ejemplar y es su responsabilidad supervisar la organización; deben hacerse cargo de cualquier manzana podrida que pudieran encontrar. La diligencia y capacidad resolutiva son características del elemento número seis.
7. Inventario de riesgos dentro y fuera de la organización
Un frecuente análisis de los riesgos de conflictos de intereses, fraude, corrupción o prevaricación y de cualquier actitud incorrecta para con los ciudadanos potenciará la organización y la reputación de sus empleados. El análisis de riesgos y las medidas preventivas constituyen el elemento número siete.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de La integridad como competencia profesional.
No pierdas tu oportunidad y ¡continúa aprendiendo!
Este sitio utiliza cookies propias y de terceros con fines analíticos anónimos, para guardar tus preferencias y garantizar el correcto funcionamiento del sitio web.
Puedes aceptar todas las cookies, rechazarlas o configurarlas según tus preferencias utilizando los botones correspondientes.
Puedes obtener más información y volver a configurar tus preferencias en cualquier momento en la Política de cookies