Quizás te hayan hablado mil veces del estrés, pero para comprender el lenguaje del cuerpo es esencial que hagamos un breve repaso.
Imagina que tienes un concierto con tu banda dentro de una semana. Los días previos sientes que tu corazón late más rápido y no puedes dejar de pensar en cómo saldrá todo.
Este es el estrés en acción.
Puede ser un gran aliado que te impulsa a ensayar más y darlo todo en el escenario. Pero también, puede convertirse en un obstáculo, haciéndote sentir tan sobrepasado que ni siquiera puedes recordar el primer tema que vais a tocar.
Veamos las diferencias entre estrés positivo y estrés negativo.
El estrés positivo, conocido como eustrés, es ese empujón que sientes cuando te enfrentas a un reto, como el concierto o una competición deportiva. Este tipo de estrés activa tu cuerpo para que des lo mejor de ti.
Según Hans Selye, el médico que introdujo el concepto de estrés en el año 1936, este tipo de respuesta nos ayuda a adaptarnos y crecer frente a desafíos. Por ejemplo, ese nerviosismo controlado antes de salir al escenario puede ser justo lo que necesitas para brillar.
Este tipo de estrés estimula la creatividad, la eficiencia y la energía, permitiéndonos enfrentar situaciones con optimismo.
Un ejemplo de estrés positivo en el trabajo lo vemos en un equipo que tiene que cumplir con un pedido urgente de un cliente importante.
El supervisor informa al equipo que deben preparar y enviar un pedido grande en tiempo récord.
Los trabajadores sienten una presión moderada para actuar con rapidez y precisión. Se sienten motivados porque saben que cumplir con este objetivo podría mejorar la reputación de la empresa y asegurar futuros pedidos.
El eustrés no se percibe como una amenaza, sino como una energía que se activa ante un desafío y potencia el rendimiento y el crecimiento personal.
Por otro lado, está el distrés, o estrés negativo, que se manifiesta cuando las exigencias externas (tareas, problemas o expectativas) o internas (preocupaciones, miedos o autoexigencia) superan tu capacidad para manejarlas de manera saludable.
Lo problemático del estrés negativo no es solo su intensidad, sino que se mantenga durante un tiempo excesivo, ya que puede afectar tanto a tu bienestar físico como emocional, generando un desgaste continuo y dificultando la recuperación.
Por ejemplo, cuando tienes demasiadas tareas pendientes en el trabajo con plazos ajustados y al mismo tiempo, te exiges hacerlo todo perfectamente. Esta combinación de presión externa e interna puede llevarte a sentir angustia, ansiedad y agotamiento físico, lo que dificulta tu capacidad para concentrarte, descansar o tomar decisiones acertadas.
Es como si intentaras llenar un vaso de agua más allá de su capacidad: tarde o temprano, se derrama.
El estrés bueno estimula la creatividad, la eficiencia y la energía, permitiéndonos enfrentar situaciones con optimismo.
El estrés se vuelve feo cuando las exigencias externas (problemas) o internas (preocupaciones) superan tu capacidad para manejarlas de manera saludable.
La psicosomática nos enseña que el estrés no solo es una reacción que nos activa mentalmente, sino que también tiene un impacto directo en el cuerpo.
El estrés que no es gestionado adecuadamente puede convertirse en un desencadenante de síntomas físicos. Por eso, gestionar el estrés no solo se trata de calmar la mente, sino de entender las señales físicas y emocionales que el cuerpo utiliza para comunicarse.
Cuando el estrés negativo se acumula, el cuerpo "habla" a través de diferentes síntomas físicos: una migraña, caída del cabello, dolor de estómago o erupciones en la piel, por ejemplo.
Ya sabes, son los mensajes de tu cuerpo, las luces que se encienden, para que te detengas y prestes atención.
Sigamos con el ejemplo:
Imagina que además de ensayar para el concierto, de trabajar y de atender a tu familia, tienes que preparar los exámenes para obtener un título que crees que te va a ayudar mucho en tu carrera (aunque no te apetece nada estudiar).
Si organizas tu tiempo, puede que logres superar los retos con éxito (eustrés).
Pero si te sobrecargas y empiezas a sentirte constantemente tan cansado y tan nervioso, que ni los fines de semana eres capaz de disfrutar de los pequeños placeres de la vida, estarás recibiendo la primera señal de que el estrés está afectándote negativamente (distrés).
El estrés no es ni bueno ni malo por sí mismo; lo que importa es cómo lo gestionas.
El objetivo de la psicosomática es ayudarte a entender las señales de tu cuerpo y reconocer cómo tus pensamientos, sentimientos y emociones influyen en tu bienestar físico, psicológico y emocional, permitiéndote tomar medidas para resolver conflictos internos y conseguir así un equilibrio saludable en todas las áreas de tu vida.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Gestión psicosomática del estrés: el lenguaje de tu cuerpo.
No pierdas tu oportunidad y ¡continúa aprendiendo!
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