La represión de emociones y sentimientos es un mecanismo más habitual de lo deseable y surge como resultado de condicionamientos sociales, familiares y personales.

Su origen está en multitud de ocasiones en la infancia y se perpetúa en la adultez, y aunque reprimir emociones puede ser útil en el corto plazo, a largo plazo genera malestar físico y emocional.

Aprender a identificar y gestionar nuestras emociones de manera saludable, validándolas en lugar de ocultarlas, es esencial para vivir con autenticidad y alcanzar el bienestar integral.

Gabor Maté es un médico y escritor canadiense de origen húngaro superviviente del Holocausto. Dice en su libro bestseller "Cuando el cuerpo dice no. La conexión entre el estrés y la enfermedad":

"En la interacción entre progenitor e hijo se establece el sentido que el niño le da al mundo: ya sea un mundo de amor y aceptación, un mundo de indiferencia negligente en el que uno debe buscarse la vida para satisfacer sus necesidades o, peor, un mundo de hostilidad donde uno debe adoptar permanentemente una ansiosa hipervigilancia.

Las relaciones futuras emplearán como modelo los circuitos nerviosos asentados en nuestras relaciones con nuestros primeros cuidadores. Nos entenderemos a nosotros mismos de la misma manera que nos hemos sentido entendidos, nos querremos de la misma manera que hemos percibido amor a los niveles inconscientes más profundos, nos cuidaremos con la misma compasión que percibimos en nuestro interior durante la primera infancia."

Motivos principales por los que se reprimen las emociones y sentimientos

Búsqueda de aceptación y pertenencia

Desde la infancia, buscamos ser aceptados y amados, especialmente por nuestras figuras parentales. Expresar emociones que son juzgadas como inadecuadas, como la rabia o la tristeza, puede generar rechazo, lo que lleva a reprimirlas para evitar la desaprobación.

Por ejemplo: un niño que muestra tristeza al llorar y recibe frases como "los niños no lloran", aprende a ocultar su dolor para cumplir con las expectativas de fortaleza de sus cuidadores.

Mandatos familiares, culturales y sociales

Las normas culturales y familiares dictan qué emociones son aceptables y cuáles no. Frases como "hay que ser fuerte" o "no muestres tus debilidades" refuerzan la idea de que la expresión emocional es indeseable, especialmente en ciertos entornos.

Por ejemplo: una mujer que siente mucho enfado en el trabajo puede reprimirlo porque teme ser percibida como agresiva o poco profesional en un entorno que valora la calma y la "cordialidad".

Supervivencia emocional ante el dolor o el trauma

En situaciones traumáticas o difíciles, reprimir emociones es un mecanismo de defensa que se considera como idóneo para sobrellevar el dolor. Aunque útil a corto plazo, puede convertirse en un hábito perjudicial si no se resuelve el conflicto subyacente.

Por ejemplo: alguien que ha perdido a un ser querido puede bloquear su tristeza para continuar trabajando, pero mientras no se enfrente al duelo en toda su profundidad, no podrá restablecer por completo su cotidianeidad.

Miedo al rechazo, al juicio o al conflicto

Mostrar emociones nos lleva a mostrar la parte más próxima a la vulnerabilidad. Muchas personas temen que expresar sus sentimientos las haga parecer débiles, conflictivas o inadecuadas, optando por reprimirlos para evitar críticas o enfrentamientos.

Por ejemplo: una persona que siente que su amigo le ha traicionado puede elegir no expresarse por miedo a generar una gran discusión o poner en peligro la relación, lo que genera una acumulación de resentimiento que a la larga, hará peligrar la relación.

Motivos principales por los que se reprimen las emociones y sentimientos (II)

Adaptación a las necesidades externas

A menudo, priorizamos las necesidades y expectativas de los demás sobre las propias, especialmente en roles de cuidado o en contextos donde la expresión emocional puede incomodar a otros.

Por ejemplo: una madre que no quiere mostrar a sus hijos la profunda tristeza por la muerte del abuelo, reprime durante meses las lágrimas para no preocupar a sus hijos, a pesar de que esta represión le genera malestar físico o irritabilidad.

Falta de herramientas para gestionar emociones

La falta de educación emocional lleva a muchas personas a inhibir sus sentimientos porque no saben cómo procesarlos de manera saludable, optando por ignorarlos.

Por ejemplo: un empleado que recibe críticas constantes de su jefe sobre su desempeño puede sentirse frustrado o desmotivado. Sin embargo, al no saber cómo expresar de manera asertiva lo que siente ni cómo manejar la situación, opta por ignorar sus emociones, acumulando tensión y estrés

Construcción de un "falso yo" por condicionamientos sociales

Para cumplir con las expectativas del entorno, desarrollamos un "falso yo" que inhibe las emociones auténticas para proyectar una imagen de fortaleza, estabilidad o éxito que no siempre refleja nuestra verdadera experiencia emocional.

Por ejemplo: un jefe de proyecto con altos niveles de estrés puede reprimir su ansiedad para proyectar una imagen de seguridad frente a su equipo, incluso si esta represión le provoca serios problemas cardiacos.

 

Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Gestión psicosomática del estrés: el lenguaje de tu cuerpo.

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